Este bosque de 1.500 hectáreas es un ecosistema extraordinario, hogar de especies poco comunes para una región mediterránea.
No es casualidad que los monjes cartujos eligieran este lugar en el siglo XIII. Transformaron lo que entonces era un valle pantanoso en un "vallis bona", un "valle bueno", que dio nombre a la finca. Hoy en día, la Chartreuse de Valbonne sigue siendo un remanso de paz, un punto de partida ideal para sumergirse en una naturaleza auténtica y virgen, en una región que acoge cada año a casi 10 millones de turistas1.
Ocho siglos dehistoria y resistencia
La historia de la Cartuja de Valbona es una historia de perseverancia. Fundada oficialmente en 1204 en el emplazamiento de un antiguo monasterio benedictino, ha sobrevivido a las turbulencias de la historia a lo largo de los siglos.
Saqueada e incendiada durante las Guerras de Religión en 1585, perdió gran parte de sus archivos. Su reconstrucción, iniciada a finales del siglo XVI, le dio gran parte de su aspecto actual, con su gran claustro y su nueva iglesia construida entre 1770 y 1780.
Tras la Revolución Francesa y un nuevo abandono, los monjes cartujos recuperaron la posesión del lugar en 1836 antes de verse obligados a exiliarse de nuevo en 1901. Fue entonces cuando comenzó un nuevo capítulo para el monumento.
En 1926, el párroco Philadelphe Delord compró la finca y fundó la Association de Secours aux Victimes des Maladies Tropicales (ASVMT) para atender a los enfermos de lepra. En la actualidad, la ASVMT sigue siendo propietaria del lugar y prosigue su misión social, al tiempo que gestiona actividades turísticas, vinícolas y culturales. La rica historia de la Chartreuse de Valbonne le ha valido el estatus de Monumento Histórico.
