Es aquí, en este marco sorprendente, donde se esconde el territorio de un personaje singular.
El Laberinto del Ermitaño es más que un sendero, es una experiencia sensorial en el corazón del pródigo entorno natural del valle del Dordoña.
¿Cuál es la historia de este ermitaño del Périgord Noir?
La historia que anima este lugar no procede de un antiguo grimorio, sino que resuena con nuestras aspiraciones contemporáneas. En el corazón del laberinto del Ermitaño hay una figura que ha elegido vivir apartada, resistiendo al mundo moderno y a su ritmo frenético. Esta figura se inspira en la tradición de sabios y reclusos que, durante siglos, han encontrado una forma de verdad en la soledad de la naturaleza.
El lugar, transformado a partir de un campo agrícola a principios del siglo XXI, incorpora esta tradición narrativa para proponer una búsqueda simbólica: la de la desconexión. Los valientes visitantes que se adentran en su territorio son invitados a detenerse, reflexionar y jugar.
La figura del ermitaño, del griego erēmitēs que significa "habitante del desierto", siempre se ha asociado a la búsqueda de sentido lejos de la sociedad. En las historias antiguas, el ermitaño suele ser un sabio que se retira al bosque, un lugar simbólico donde podemos perdernos para comprendernos mejor a nosotros mismos. No es raro que este personaje actúe como guía de viajeros perdidos, ofreciéndoles consejos para continuar su viaje.
El ermitaño de este laberinto va en esta línea. No propone un ascetismo religioso, sino una invitación lúdica a desconectar del mundanal ruido. Al perderse voluntariamente en las callejuelas de maíz, se vuelve a un ritmo más lento y atento, donde el juego y la reflexión priman sobre la urgencia. Es una microaventura que se hace eco de la filosofía del turismo verde, cada vez más demandado en la Dordoña.
